Pues hale, otro a exorcizar demonios, pero vamos, el nivel no es que sea alto, es inalcanzable directamente.
En mi caso, una de las anécdotas que puedo contar tiene que ver con una excompañera de trabajo (supongo que a muchos les ha ido bien, pero yo llevo tatuado en la frente eso de: no te lies con una de tu trabajo, pero en versión castiza).
El caso es parece ser que ya me había hecho ojito antes, pero como yo vengo limitado de serie pues no me había dado cuenta, pero en una de estas noches en las que salen los trabajadores nuevos con los que llevan más tiempo empezaron los acercamientos y los flirteos varios. Dos cosas a considerar:
1) La chica no era una belleza canónica, para mí era normal, pero como donde trabajaba no abundaban los entes de género femenino se tendía a ensalzar la cosa. Vamos, que era la típica chica por la que no moverías un dedo en el mundo real (y yo sería el típico chico por el que ídem de ídem), pero en el contexto laboral todo se magnifica.
2) al contrario que muchos, no tomé más que una cerveza, pero cometí el inmenso error de no hacerle ascos a unas alitas de pollo del primer bar en el que estuvimos (famoso por ellas), pero que no decían 'cómeme' precisamente. Lo malo es que tenía gazuza y claro...
Pues eso, tras unas tres horas con el sisisi y el nonono, al final hacemos un aparte y me propone ir a su casa. Yo acepto, aunque algo dentro de mí empezaba a decirme que era mala idea.
Conduce ella, pero yo es montarme en el coche y notar un malestar general que podríamos describir con: "me están metiendo un serrucho por el estómago". Comienzan las primera ganas de vomitar de manera ruin y miserable que me aguanté con mi tradicional estoicismo (una de mis virtudes es negar que estoy malo, aunque me esté muriendo). Ella pareció no darse cuenta y mientras cambiaba de marcha alguna vez se el escapaba la mano.
Llegamos a su casa (la de sus padres) que estaban fuera. Yo estaba en estado 2 de intoxicación alimentaria, es decir, blanco como la cera y con unos sudores que tampoco desentonaban porque era pleno agosto.
Entramos y comienza ya el lío. Ella ponía toda su buena voluntad, pero yo bastante tenía con intentar no hacer un traspaso de fluidos (tal y como comentaban unos foreros). Tras 10 minutos que me parecieron eternos ya no aguanté más y le dije que dónde estaba el baño. Respuesta: pues hay cuatro... Respuesta mía. "el más cercano, por favor".
Fui al baño con la ilusión de que fuera aquello de: una vez y no más y que hiciera una vuelta triunfal más sano que una manzana y con ganas de alegría para el cuerpo, pero no. Tras volver, ya llegó la frase temida: "te pasa algo?", así que aunque intenté disimular, pero ya no era posible. Entonces comenzamos la fase tres: intentamos de nuevo ir al tema, me tengo que volver al baño, así hasta diez veces. A día de hoy no me acuerdo de cómo era su cocina (creo que me escabullí para ver si encontraba algo que me asentara el estómago... que no fue posible, pero os podría contar como eran los baldosines de tres de los cuatro lavabos (bajarme al del garaje lo veía innecesario) con escrupuloso detalle.
Ni que decir tiene que a partir de la quinta vez la cara de la tía era una mezcla de chiste, no creérselo y medio enfado, en la sexta ya se había puesto el pijama y en la novena me dijo buenas noches (aunque me dejó que me acostara a su lado, pleno de sudores fríos, eso sí). En la décima vez, ella ya se había dormido, así que yo consideré mi situación y tras pensar en salir huyendo (no contemplada porque estaba a más de 50 kilómetros de mi casa), decidí llamar la atención lo menos posible.
Así que, como digo, intenté hacer el menor ruido posible. Fui de puntillas desde el baño a la habitación, pero me acordé que en la puerta tenía un móvil de esos de estrellitas. Así que lo evité con un rápido movimiento de cabeza, sin darme cuenta de que estaba todo oscuro y que había perdido toda la orientación. NO sé cómo lo hice, pero al girarme para enfilarme para dónde pensaba que estaba la cama me di de bruces con la puerta del armario (de estas leches que no ves venir) y por un principio simplímismo (como diría el albañil aquel), retrocedí con la mano en la cara, con la mala pata de que tropecé con la cama de tal manera que perdí el equilibrio y di una vuelta de campana cayendo de bocas al otro lado. Naturalmente, desperté a la chica (y a todo el vecindario de paso) y otra vez me hizo la pregunta de rigor: "qué te ha pasado?". Mi respuesta sólo fue: "nada, que no es mi noche".
Después ya volvimos a acostarnos y cabe decir que no fui ni una vez más al baño.
Perdón por la historieta, pero me he quedado de un bien
Ni que decir tiene que la chica se portó bastante bien ese día, que no otros, lanzando bulos por ahí. A día de hoy me da un poco igual, tan sólo me conformo con haber sobrevivido, que no es poco.
Por cierto, sois unos grandes y este hilo más