Os olvidáis del sex-appeal de follapavas del Lang, y eso es más que un minipunto, ¿no?
Vamos, Lang es mucho más divertido, se ríe y se explica, el otro ni vocaliza cuando habla. ¿Y quién cojones le corta el pelo a Donati?
Y por favor, esa indumentaria... ¿Habéis visto esas camisas, esas gafas de diseño, esa elegancia y ese saber estar del amigo Thomas? Esa sonrisa irónica cuando se dirige a cámara, sólo falta que la dentadura emita destellos, esa locuacidad en el discurso, esos ambientes campestres a su alrededor y esa mosca que le sigue a todas partes pululando constantemente por su cabeza y ese viento intentando despeinar al ario de los diez pedales...
Oh, vamos, panda de envidiosos, es evidente que Virgil se contenta escondiendo sus secretos y mostrándolos a velocidad supersónica en clínics para adolescentes pajilleros con acné que volverán alucinados a sus casas muertos por la doble frustración: no haber practicado el sexo en compañía y no poder repetir nada de lo que han visto.
En cambio, nuestro Thomas te invita, te anima a copiarle, a superarle. Te dice: eh, feo, tú también puedes, yo te lo explico, yo te lo corto en pedacitos y te lo pongo en la boca, tu sólo tienes que masticarlo (practicarlo) y tragártelo (dominarlo). El resto es cosa tuya, supérame. No podrás superar el destello de mi dentadura, pero quizá llegues a ser mejor que yo.
Thomas te dice: eh, levanta del sillón, despierta. ¿No ves que cuando intento tocar un tumbao no me saldrá en toda la vida porque soy un ario que vive a 260 bpm's? You are spanish, tú lo harías mejor que yo, sólo que no lo haces, no lo haces porque estás aquí preocupadísimo por la musicalidad que tal vez tengo pero que es evidente que no tengo.
Ah perdón, que hablábais de música. Mirad, francamente, ¿creéis que Virgil o Thomas no se cambiarían por Danny Carey o Gavin Harrison? Lo harían, pero no pueden, y no pueden porque no sabrían ni por dónde empezar. No técnicamente, está claro que los dos pueden tocar cualquier cosa. Pero crear, lo que se dice crear... Tool venden millones de discos no porque sean muy buenos -que lo son- sino porque su música gusta, su música es ante todo gustosa y dice algo, transmite. Porcupine Tree también irradia algo que nada tiene que ver con su técnica, y si pusiéramos a Thomas o a Virgil a intentar lo que hace Gavin Harrison al final de "Hate song", el resultado sería un solo tremendamente veloz y alucinadamente complicado que nada tiene que ver con la maravillosa e improvisada sección que se marcan en el DVD "Arriving somewhere", sencilla, atronadora y a la vez complicada, detallista y delicada.
¿Alguien se imagina a Lang o a Donati "fabricando" las baterías del "10.000 days"? Yo no quisiera verlo, algunos podrían creer que el resultado sería maravilloso. No, no lo sería. Sería un completo desastre y la música se iría a tomar por el culo, quedando una serie de hazañas técnicas indescifrables y sin sentido.
Que Donati siga metiéndose en grupos de fusión marciana y Lang siga cambiándole los pañales a Britney Spears sin rozarle su virginal himen, están bien donde están y cumplen su misión con creces, haciendo que las posibilidades del instrumento lleguen a lugares jamás visitados.
Pero por amor de Dios, Virgil, enséñanos lo que sabes, cabrón... Si no, Thomas te seguirá ganando por goleada, no por tocar mejor, sino porque no tiene miedo y además sonríe.