1.- Estamos hablando de "The Sun", periódico amarillo por excelencia, cuyo único bien hacia la humanidad ha sido hacernos descubrir, en su famosa página 3, a la gran -enormes- Samantha Fox. La lista de falsedades y animaladas varias de este panfleto es legendaria.
2.- Francamente, no sé de qué os escandalizáis, si la mayoría de vosotros reconoce que con 13 años íbamos más quemados que la pipa de un indio. Lo que escandaliza es la evidente cara de niño que tiene el chaval, a mí me huele bastante a fake. Pero igualmente esto ha pasado toda la vida, aunque sea trágico. De todas maneras, esta gente parecen tener una vida bastante modesta, y probablemente la exclusiva y su efímera fama les ayudarán un poco. Estas cosas pasan, punto.
3.- Estoy de acuerdo con Darwin excepto en lo de las responsabilidades. La responsabilidad es totalmente de los padres. El trabajo del profesor es continuar la supuesta educación que el niño recibe diariamente de casa, pero no educarle él. Su profesión es enseñar las materias.
Ahora bien, el problema es cuando los padres actuales viven en una permanente adolescencia y ellos mismos son una panda de maleducados de mucho cuidado. Vivimos en una sociedad donde todo el mundo tiene libertad total y ninguna obligación. Yo, yo y luego yo. Y a mi hijo ni chistarle. Yo no digo que las cosas se arreglen a tortazos, pero los niños deben sentir dos pesos: el de la autoridad -tanto de padres como profesores-, y eso significa que "si la cago tengo miedo de lo que pueda pasar (suspensos, castigos, ¿una torta?)" y el de las obligaciones.
Lo podemos ver cuando la gente cruza la calle -tanto peatones como conductores que van con niños-, en los restaurantes y en casi cualquier parte, se ha perdido eso que llamáis "magia", y que se llama educación, sensatez y urbanidad.
Esto me recuerda una historia: tengo un amigo que, en sus inicios profesionales, tuvo que dar clases en varios institutos públicos llenos de energúmenos y pequeños dictadores con el síndrome del pequeño emperador (o sea, lo que se ve hoy en día en todas partes). Mi amigo es una auténtica autoridad en su profesión: escritor, crítico literario, conferenciante internacional, etc., y se quemó bastante en aquella época porque, sencillamente no entendía cómo podía ser que, entre cientos de alumnos de diversos colegios, no encontrara ni uno sólo que destacara por tener simplemente "ganas de saber cosas" (lo cual no significa ser empollón, eso son máquinas de responder lo que hay en los apuntes).
Así que fue a parar a un colegio privado donde tenían unos supuestos métodos "pedagógicos" y "liberales". Él ya fue muy calentito a la entrevista con la directora, pero es que se ve que era una auténtica imbécil que no distinguía la realidad de la ficción.
En un momento dado de su estúpida entrevista, ella le preguntó:
-Usted, por decirlo en una palabra, ¿en qué diría que cree a la hora de enseñar a los jóvenes?
Mi amigo explotó por dentro, y contestó en un tono muy tranquilo:
-¿Yo? Yo creo en la represión.
La directora no daba crédito, y los ojos se le pusieron como platos.
-¿Cómo dice...? Pe...pero Dios mío, hay que dejarles hablar, hay que dejarles opinar, cambiar lo que no les parezca bien, tal y tal.......
Ahí fue cuando el profesor encendió la trituradora, viendo que aquello ya se había ido al carajo:
- No. Perdone, pero no. Le voy a decir por qué creo en la represión. No creo que haya que tratar mal a nadie, ni nada eso. Yo soy el profesor. Ellos, los alumnos. Yo mando, ellos obedecen. Y obedecen porque DEBEN obedecer. Yo hablo, ellos se callan. Se callan y me escuchan. Y lo hacen sobre todo porque en clase la autoridad soy yo. Si no, les castigo. Si no, les suspendo. Quiere usted que ellos puedan darme su "opinión" sobre el Quijote de Cervantes. No, lo siento pero ellos NO tienen opinión sobre el Quijote, ni sobre Cervantes. No tienen capacidad para sustituir lo que otros han estudiado y dicho durante siglos sobre el Quijote y Cervantes. Les puedo pedir que me hagan un comentario de texto, que saquen algo de ese libro. Pero, ¿su opinión? No, su opinión no le interesa a nadie, ni siquiera a ellos mismos. Están ahí para aprender a opinar, no para opinar, y menos sobre Cevantes. Ya basta de hacerles creer que tienen derecho a todo, que son iguales a sus mayores. Se les pueden mostrar las diversas corrientes de opinión sobre una cosa, pero ¿hacerles decir lo primero que les parezca sobre algo que ya es sagrado? ¿A unos niñatos que no les interesa en absoluto? No, señora. Cervantes será lo que su profesor les diga, y ya tendrán tiempo para formarse su propia opinión, incluso la imposición de una opinión les hará pensar por sí mismos si eso es cierto o no.
La directora se enzarzó en una discusión sobre pedagogía y la escuela moderna y dejarles hacer, y esas cosas...
- Muy bien, usted y yo no estamos de acuerdo en esta discusión, ¿correcto? -le dijo mi amigo.
- Estooo, sí, es correcto, no estamos de acuerdo.
- Muy bien señora. Como no estamos de acuerdo, ahora yo me levanto y le parto esta silla en la cabeza.
Ella le miró horrorizada creyendo que estaba ante un loco. Mi amigo continuó hablando:
- No, claro, no lo hago. Ni usted coge esas tijeras de la mesa y me las clava en la barriga. Dígame, ¿por qué ninguno de los dos hace nada de esas cosas?
La directora estaba petrificada, incapaz de responder.
- Señora, porque NOS REPRIMIMOS. Porque nos han educado, nos han civilizado y nos han dicho que eso no se puede hacer, no se debe hacer. Ni siquiera nos insultamos, ni gritamos, ni acabamos esta conversación de forma maleducada o desafiante. Porque nos han educado para tener formas correctas, y no como a esos energúmenos a los que les han dicho que nadie les puede tocar, y que todo el mundo puede decir y contestar lo que les parezca -aunque no tenga ni idea- y que el respeto empieza por ser uno más chulo que el otro.
No estoy necesariamente de acuerdo con mi amigo, que en aquel momento estaba explotando y esa no es su manera de comportarse -menos aún en una entrevista de trabajo-.
Pero no dejo de maravillarme cuando, por ejemplo, veo una discusión tonta de tráfico en donde el infractor no puede quedarse sin dejar claro que a él nadie le dice lo que debe hacer, mientras el afrentado se pone aún más gallito, haya o no haya niños de por medio. Es una ejemplo bastante gráfico y común que se ve todos los días en todas partes y que es muy sintomático.
Y lo de comprar cosas, bueno, eso ya es para flipar...
Edito: ¿nadie recuerda la sensación , en el colegio, de cuando no habías hecho lo que debías? ¿No recordáis esa angustia, esa sensación de "¿y ahora que me va a decir el profe"?