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Hola, zagales! El otro día, un amigo al que quiero un huevo y medio me enseñó este relato, y le pedí permiso para "publicarlo" aquí porque me gustó mucho. Él me lo ha dado y aquí lo tenéis. Me gustaría saber vuestra sincera opinión, y se aceptan críticas constructivas si las tenéis, por supuesto, siempre desde el respeto y buen tono que os caracteriza. Aquí lo tenéis y no, no es mío-haciéndome-pasar-por-un-colega: el chaval se llama Daniel Barragán y no se dedica a esto. Pues eso: a opinar pues...
Buenas, me llamo Martín, bueno, no me llamo así, en el fondo no tengo nombre, soy un sueño pero para contar la historia que pretendo contar siempre es más cómodo contar con uno, lo hace más sencillo.
Esta es una historia escrita para no ser nunca leída, la escribo para ordenar mi mente, a mi mismo en el fondo ya que dudo mucho que se pueda decir que los sueños tienen mente.
Mi vida como sueño es bastante sencilla, bueno, lo solía ser. Modestia aparte soy un buen sueño, un sueño que siempre he creído que todo el mundo quiere tener. Durante gran parte de mi existencia ha sido así. Creo que estoy divagando, empecemos por el principio;
Mi etapa de gestación como sueño está bastante borrosa en mi mente, tengo “recuerdos” de haber coincidido con otros, siempre orgulloso, mirando para delante, crecí como un sueño robusto, rápido y claro, nada tortuoso, como otros compañeros con los que fui creciendo en mi proceso de composición.
Mi infancia y juventud las pasé haciendo felices a las personas que me tenían, siempre deseaban volver a vivirme y eso me llenaba de orgullo, de vuelta de las mentes de esas personas no podía evitar mirar a Depresión, el Titán que vigila el mundo de los sueños y que separa para no permitir volver a los sueños que pierden el norte, los sueños locos, dementes, sueños de noches confusas, de sudor y sensación de vacío interior. La verdad es que en el fondo nunca me preocupó mucho su constante vigilancia, yo estaba a salvo, todos los sabían y muchos me envidiaban por ello, yo nunca caería en el olvido en el que caían aquellos en los que Él fijaba su mirada.
Por supuesto conocía muchos otros sueños que no estaban en mi posición de tranquilidad, algunos que habían hecho pasar más de una mala noche y que estaban bastante preocupados por ello. Yo bromeaba con algunos, buenos amigos míos, diciéndoles que una mala noche la tiene cualquiera, pero desde luego no me hubiera gustado estar en su lugar. Uno de ellos, uno de mis mejores amigos, llamémosle Sebastián, estaba siendo vigilado de cerca por Depresión y corrían los rumores de que la hermana de Depresión, Locura había preguntado por él; eso sí era preocupante, podía significar el final de mi amigo, al menos su desaparición ya que ninguno sabíamos donde acababan los sueños marcados por la mirada de los dos implacables hermanos.
Sucedió un amanecer, mi grupo habitual nos reunimos después de hacer nuestro trabajo, cuando Sebastián no apareció, todos empezamos a ponernos nerviosos, no era típico de él llegar tarde a la reunión, ni hacer que alguien se levantara tarde debido a una de sus malas noches, sin embargo no aparecía. Todos decidimos irnos a nuestros respectivos compartimentos en la cueva de Morfeo, suficientemente malo era la falta de Sebastián como para levantar las iras del señor de los sueños.
Ese día no pude descansar bien y sabía que mi trabajo de esa noche se vería resentido, rezaba para que no me tocara alguien que hubiera bebido demasiado, o aún peor, algún desequilibrado que siempre hacían nuestro trabajo mucho más complicado. Pensaba en mi amigo y en que le habría podido pasar, si al final había caído en el pozo fatal en el que todos suponíamos que terminaban los sueños que atraían la mirada de los siempre vigilantes hermanos. Recordaba conversaciones con él, a mí siempre me gustaba hablar con él e intentar tranquilizarle o que dejara lo que para mí no eran más que desvaríos, le aconsejaba que dejara esos pensamientos, que se centrara en lo que tenía que hacer, lo que se suponía que estaba bien y que dejara de visitar a Cristina, la humana a la que después de una visita casual, empezó a visitar cada vez más a menudo, sabía que esas visitas tenían algo que ver con su alejamiento de la normalidad. Sin embargo, ahora sé que esas conversaciones , en el fondo, sólo las tenía con él por lastima y para hacerme sentir a mí mismo mejor, “mirar que buen sueño soy, ayudando a los débiles, a los que acabarán mal”. No obstante la mañana de la desaparición de Sebastián me afectó más de lo que estaba dispuesto a reconocerme a mí mismo.
Pasó el tiempo y nada supimos de Sebastián, simplemente había desaparecido y todos asumimos su ausencia como hacíamos con las del resto de sueños caídos en desgracia de los que teníamos noticias, no hablábamos de él, ni siquiera lo mencionábamos, Morfeo en su infinita sabiduría (o locura, nunca supe distinguirla muy bien en el caso de nuestro señor) conocería el destino de Sebastián y no teníamos que preocuparnos por más. El único pero; era la primera vez que nos tocaba tan cerca y eso nos asustaba, eliminaba esa sensación de seguridad con la que vivíamos hasta entonces, nos hizo plantearnos si quizá podríamos caer en una situación parecida y eso nos llenaba de pavor. Yo seguía andando seguro de mí mismo, sabedor de que nunca podría sucederme algo parecido, aunque de repente…. ¿había sido eso una mirada?, por un instante creí ver por el rabillo del ojo que Depresión hacía un gesto casi imperceptible en mi dirección… no es posible, fijando todos mis sentidos en el gran Titán no observé ningún cambio en su amenazador aspecto, no, habían sido imaginaciones mías producidas por la falta de descanso y la preocupación por Sebastián,… aliviado continué mi camino hacia la morada de Morfeo y mi merecido descanso…
No pude creer lo que sucedió esa mañana mientras descansaba en mi pequeño y siempre cómodo cubículo, mientras me recuperaba y me acurrucaba olvidándome de los extraños sucesos del día ví la cara de Sebastián, al principio de manera borrosa y poco después más clara, eso era uno de los recursos que usábamos en nuestro trabajo como sueños, pero era imposible, los sueños no soñamos, es totalmente antinatural. Aún dentro del sopor en el que nos mantenemos durante los tramos del día que nuestros servicios no son solicitados, era algo impensable. Sin embargo, sucedió, la cara de Sebastián, tranquila y extrañamente seductora me miró y me dijo “nadie está libre, vosotros menos que nadie, visita a Cristina, lo entenderás”.
La noche siguiente fue horrible, me sentía perseguido y mi camino al centro de los sueños lo realicé casi a plena carrera, mirando por encima del hombro y lanzando miradas llenas de intranquilidad a nuestro vigilante eterno. Estaba decidido a no contar a nadie lo que había pasado, porque era imposible que hubiera pasado, y mucho menos a seguir el consejo de Sebastián. Seguiría con mi vida, tranquila, segura y gratificante como sueño feliz. Lo que me mortificaba era la posibilidad de que la locura que aquejó a Sebastián en su última etapa y a tantos otros antes que a él me hubiera alcanzado a mí como si fuera una epidemia.
Al iniciar mi salto sentí que algo no iba bien, mis saltos siempre habían sido seguros, como se nos enseñaba desde que éramos simples pensamientos, buscar la mente inconsciente y penetrar en ella y allí simplemente desarrollarnos, desde el principio sentí que algo irresistible, algo que salía desde dentro de mí me alejaba de mi destino acordado y me acercaba a una zona que nunca había visitado del inframundo, allí había muchas conciencias de las que no tenía conocimiento y sin más entré en una de ellas, contraviniendo con ello todas las normas de Morfeo y del mundo de los sueños.
Lo que ví allí me dejó atónito, varios sueños campaban libremente, desnudos, bailando y riendo dentro de la mente en la que había entrado, varios cuando estaba absolutamente prohibido entrar más de uno en la mente de un humano, se supone que era más de lo que sus mentes podían aguantar, reconocí a algunos de ellos que en absoluto parecían preocupados por mi llegada, al revés me invitaban a unirme a ese despropósito. Lo más alucinante de todo era que sentí que la mente en la que habíamos entrado no estaba inconsciente, estaba totalmente despierta y parecía disfrutar enormemente de nuestra presencia. Finalmente, imbuido de lo que pensé era absoluta locura me uní a esa bacanal de sentidos y disfruté como nunca lo había hecho, sentí nacer en mi interior algo que no conocía y que por las sensaciones que creaba pensé que no podía ser malo.
Salí exhausto de la mente en la que había entrado como mis compañeros de locura quienes en ese momento sí me rehuyeron y corrieron directos hacia sus puestos en la morada de Morfeo, Yo no podía creer lo que había ocurrido y les seguí como un autómata.
Después de esa noche volví muchas otras a la zona de conciencias que me dio por llamar libres, en honor a las palabras de Sebastián.
La última noche que recuerdo antes de entrar en mi retiro definitivo, en la espera en la que ahora vivo, no llegué nunca a mi destino. Contraviniendo una vez más mis obligaciones me acerqué a la zona de mentes libres y cuando iba a iniciar el salto algo me dejó clavado en el sitio, sólo pude girar mi cabeza y horrorizado me encogí al ver a Depresión y a Locura inclinados mirándome justo enfrente de mí con esa mirada sin fondo.
Ahora espero mi juicio ante Morfeo, desde luego sé que no será clemente, he roto todas las normas de mi mundo, he buscado otra existencia fuera de la mía que nunca debí ni atisbar. Sin embargo no puedo decir que me arrepienta de ello. Desde luego siento miedo, más bien pavor de lo que me espera pero no me arrepiento. Sebastián me encaminó hacia lo que él llamaba Cristina, un mundo distinto de todo lo que conocí, un mundo que yo he empezado a llamar de manera diferente.
Buenas, me llamo Martín, bueno, no me llamo así, en el fondo no tengo nombre, soy un sueño pero para contar la historia que pretendo contar siempre es más cómodo contar con uno, lo hace más sencillo.
Esta es una historia escrita para no ser nunca leída, la escribo para ordenar mi mente, a mi mismo en el fondo ya que dudo mucho que se pueda decir que los sueños tienen mente.
Mi vida como sueño es bastante sencilla, bueno, lo solía ser. Modestia aparte soy un buen sueño, un sueño que siempre he creído que todo el mundo quiere tener. Durante gran parte de mi existencia ha sido así. Creo que estoy divagando, empecemos por el principio;
Mi etapa de gestación como sueño está bastante borrosa en mi mente, tengo “recuerdos” de haber coincidido con otros, siempre orgulloso, mirando para delante, crecí como un sueño robusto, rápido y claro, nada tortuoso, como otros compañeros con los que fui creciendo en mi proceso de composición.
Mi infancia y juventud las pasé haciendo felices a las personas que me tenían, siempre deseaban volver a vivirme y eso me llenaba de orgullo, de vuelta de las mentes de esas personas no podía evitar mirar a Depresión, el Titán que vigila el mundo de los sueños y que separa para no permitir volver a los sueños que pierden el norte, los sueños locos, dementes, sueños de noches confusas, de sudor y sensación de vacío interior. La verdad es que en el fondo nunca me preocupó mucho su constante vigilancia, yo estaba a salvo, todos los sabían y muchos me envidiaban por ello, yo nunca caería en el olvido en el que caían aquellos en los que Él fijaba su mirada.
Por supuesto conocía muchos otros sueños que no estaban en mi posición de tranquilidad, algunos que habían hecho pasar más de una mala noche y que estaban bastante preocupados por ello. Yo bromeaba con algunos, buenos amigos míos, diciéndoles que una mala noche la tiene cualquiera, pero desde luego no me hubiera gustado estar en su lugar. Uno de ellos, uno de mis mejores amigos, llamémosle Sebastián, estaba siendo vigilado de cerca por Depresión y corrían los rumores de que la hermana de Depresión, Locura había preguntado por él; eso sí era preocupante, podía significar el final de mi amigo, al menos su desaparición ya que ninguno sabíamos donde acababan los sueños marcados por la mirada de los dos implacables hermanos.
Sucedió un amanecer, mi grupo habitual nos reunimos después de hacer nuestro trabajo, cuando Sebastián no apareció, todos empezamos a ponernos nerviosos, no era típico de él llegar tarde a la reunión, ni hacer que alguien se levantara tarde debido a una de sus malas noches, sin embargo no aparecía. Todos decidimos irnos a nuestros respectivos compartimentos en la cueva de Morfeo, suficientemente malo era la falta de Sebastián como para levantar las iras del señor de los sueños.
Ese día no pude descansar bien y sabía que mi trabajo de esa noche se vería resentido, rezaba para que no me tocara alguien que hubiera bebido demasiado, o aún peor, algún desequilibrado que siempre hacían nuestro trabajo mucho más complicado. Pensaba en mi amigo y en que le habría podido pasar, si al final había caído en el pozo fatal en el que todos suponíamos que terminaban los sueños que atraían la mirada de los siempre vigilantes hermanos. Recordaba conversaciones con él, a mí siempre me gustaba hablar con él e intentar tranquilizarle o que dejara lo que para mí no eran más que desvaríos, le aconsejaba que dejara esos pensamientos, que se centrara en lo que tenía que hacer, lo que se suponía que estaba bien y que dejara de visitar a Cristina, la humana a la que después de una visita casual, empezó a visitar cada vez más a menudo, sabía que esas visitas tenían algo que ver con su alejamiento de la normalidad. Sin embargo, ahora sé que esas conversaciones , en el fondo, sólo las tenía con él por lastima y para hacerme sentir a mí mismo mejor, “mirar que buen sueño soy, ayudando a los débiles, a los que acabarán mal”. No obstante la mañana de la desaparición de Sebastián me afectó más de lo que estaba dispuesto a reconocerme a mí mismo.
Pasó el tiempo y nada supimos de Sebastián, simplemente había desaparecido y todos asumimos su ausencia como hacíamos con las del resto de sueños caídos en desgracia de los que teníamos noticias, no hablábamos de él, ni siquiera lo mencionábamos, Morfeo en su infinita sabiduría (o locura, nunca supe distinguirla muy bien en el caso de nuestro señor) conocería el destino de Sebastián y no teníamos que preocuparnos por más. El único pero; era la primera vez que nos tocaba tan cerca y eso nos asustaba, eliminaba esa sensación de seguridad con la que vivíamos hasta entonces, nos hizo plantearnos si quizá podríamos caer en una situación parecida y eso nos llenaba de pavor. Yo seguía andando seguro de mí mismo, sabedor de que nunca podría sucederme algo parecido, aunque de repente…. ¿había sido eso una mirada?, por un instante creí ver por el rabillo del ojo que Depresión hacía un gesto casi imperceptible en mi dirección… no es posible, fijando todos mis sentidos en el gran Titán no observé ningún cambio en su amenazador aspecto, no, habían sido imaginaciones mías producidas por la falta de descanso y la preocupación por Sebastián,… aliviado continué mi camino hacia la morada de Morfeo y mi merecido descanso…
No pude creer lo que sucedió esa mañana mientras descansaba en mi pequeño y siempre cómodo cubículo, mientras me recuperaba y me acurrucaba olvidándome de los extraños sucesos del día ví la cara de Sebastián, al principio de manera borrosa y poco después más clara, eso era uno de los recursos que usábamos en nuestro trabajo como sueños, pero era imposible, los sueños no soñamos, es totalmente antinatural. Aún dentro del sopor en el que nos mantenemos durante los tramos del día que nuestros servicios no son solicitados, era algo impensable. Sin embargo, sucedió, la cara de Sebastián, tranquila y extrañamente seductora me miró y me dijo “nadie está libre, vosotros menos que nadie, visita a Cristina, lo entenderás”.
La noche siguiente fue horrible, me sentía perseguido y mi camino al centro de los sueños lo realicé casi a plena carrera, mirando por encima del hombro y lanzando miradas llenas de intranquilidad a nuestro vigilante eterno. Estaba decidido a no contar a nadie lo que había pasado, porque era imposible que hubiera pasado, y mucho menos a seguir el consejo de Sebastián. Seguiría con mi vida, tranquila, segura y gratificante como sueño feliz. Lo que me mortificaba era la posibilidad de que la locura que aquejó a Sebastián en su última etapa y a tantos otros antes que a él me hubiera alcanzado a mí como si fuera una epidemia.
Al iniciar mi salto sentí que algo no iba bien, mis saltos siempre habían sido seguros, como se nos enseñaba desde que éramos simples pensamientos, buscar la mente inconsciente y penetrar en ella y allí simplemente desarrollarnos, desde el principio sentí que algo irresistible, algo que salía desde dentro de mí me alejaba de mi destino acordado y me acercaba a una zona que nunca había visitado del inframundo, allí había muchas conciencias de las que no tenía conocimiento y sin más entré en una de ellas, contraviniendo con ello todas las normas de Morfeo y del mundo de los sueños.
Lo que ví allí me dejó atónito, varios sueños campaban libremente, desnudos, bailando y riendo dentro de la mente en la que había entrado, varios cuando estaba absolutamente prohibido entrar más de uno en la mente de un humano, se supone que era más de lo que sus mentes podían aguantar, reconocí a algunos de ellos que en absoluto parecían preocupados por mi llegada, al revés me invitaban a unirme a ese despropósito. Lo más alucinante de todo era que sentí que la mente en la que habíamos entrado no estaba inconsciente, estaba totalmente despierta y parecía disfrutar enormemente de nuestra presencia. Finalmente, imbuido de lo que pensé era absoluta locura me uní a esa bacanal de sentidos y disfruté como nunca lo había hecho, sentí nacer en mi interior algo que no conocía y que por las sensaciones que creaba pensé que no podía ser malo.
Salí exhausto de la mente en la que había entrado como mis compañeros de locura quienes en ese momento sí me rehuyeron y corrieron directos hacia sus puestos en la morada de Morfeo, Yo no podía creer lo que había ocurrido y les seguí como un autómata.
Después de esa noche volví muchas otras a la zona de conciencias que me dio por llamar libres, en honor a las palabras de Sebastián.
La última noche que recuerdo antes de entrar en mi retiro definitivo, en la espera en la que ahora vivo, no llegué nunca a mi destino. Contraviniendo una vez más mis obligaciones me acerqué a la zona de mentes libres y cuando iba a iniciar el salto algo me dejó clavado en el sitio, sólo pude girar mi cabeza y horrorizado me encogí al ver a Depresión y a Locura inclinados mirándome justo enfrente de mí con esa mirada sin fondo.
Ahora espero mi juicio ante Morfeo, desde luego sé que no será clemente, he roto todas las normas de mi mundo, he buscado otra existencia fuera de la mía que nunca debí ni atisbar. Sin embargo no puedo decir que me arrepienta de ello. Desde luego siento miedo, más bien pavor de lo que me espera pero no me arrepiento. Sebastián me encaminó hacia lo que él llamaba Cristina, un mundo distinto de todo lo que conocí, un mundo que yo he empezado a llamar de manera diferente.